Que tengo la suerte de tener una familia enorme no es ningún secreto 😉 El año pasado mis padres decidieron instaurar una comida anual en Viñedos Alonso del Yerro con las familias que dan nombre al proyecto: la de mi padre, y la de mi madre. Es decir, los hermanos de mis padres, con sus hijos y nietos, que no somos pocos, y mi abuela 😉
Aunque echamos de menos a los que no pudieron venir aquél dÃa, lo cierto es que es una excusa fantástica para juntarnos todos, que a medida que vamos creciendo se complica cada vez más, y para ponernos al dÃa los unos con los otros.
He tenido la suerte de crecer en una familia grande, sÃ, pero donde el concepto de «familia» siempre ha sido importante. Hasta que fui muy mayor no recuerdo un domingo que no comiéramos en casa de mi abuela Montse con todos mis primos, ni una semana en que no viera a mis primas Yerro.
Del catering, como siempre, se encargaba Maldon. La comida es siempre un acierto, y consiguen ponerlo siempre todo con un gusto impecable. Cierto, les tengo un cariño especial, pero yo no me canso de recomendarlos porque sé que funcionan, y funcionan bien. Ahà os lo dejo 😉
El vino, evidentemente, no podÃa ser otro que Alonso del Yerro.
Lo bueno que tiene Santa Marta es que hay espacio de sobra para que los niños corran y, puesto que mis hijos y los de mi hermano están todo el dÃa allÃ, está muy preparado para ellos.
Aunque como nos juntábamos con la friolera de 30 niños sà o sà habÃa que tener juegos organizados. Mi madre para eso es muy práctica y no lo dudó ni un minuto: unos animadores que se encargaran de tener a los niños corriendo y jugando sin parar.Â
El año pasado pusieron un castillo hinchable, pero hizo tal calor que tuvimos que terminar mojándolos a todos con una manguera, castillo hinchable incluido, para que no terminaran asfixiados, asà que este año cambió y, además de los juegos tradicionales como el pañuelo o tirar de la cuerda, trajeron un montón de juegos gigantes de madera:
Un quién es quién que nos dio juego a mayores y pequeños, un juego de pesca, un tren de madera, unos tacos para que se subieran e hicieran carreras…
¡Y las pompas de jabón! No os podéis ni imaginar el juego que dio a los niños, sobre todo a los más pequeños que alucinaban cada vez que conseguÃan hacer una pompa, por pequeña que fuera, y que terminaron calados hasta los huesos de jugar a hacer espuma con el jabón al final.
Una de las cosas que más me gusta de estos encuentros es que mis hijos tienen la oportunidad de juntarse con los hijos de mis primos, a los que ven de pascuas a ramos, ¡y es una gozada ver cómo encajan de bien unos y otros!
Y cuando todos se hubieron ido y ya sólo quedábamos «los de casa», tocó terminar de recogerlo todo… y aquà hasta el más pequeño ayuda. ¿No es maravillosa la capacidad que tienen los enanos de convertirlo todo en un juego?
AhÃ, aunque no lo parezca, hay dos niños metidos y convencidos de que nadie sabe dónde están.. ¡viva la inocencia de nuestros pequeñajos!
En definitiva: pasamos un dÃa genial, rodeados de los que más queremos, ¿se os ocurre un plan mejor para el sábado? 😉
El año que viene, ¡más!
-MarÃa