No sé si os pasará, pero yo, desde luego, desde que soy madre me paso la vida oyéndome decir una y otra vez las mismas frases que nos decía mi madre cuando éramos pequeños. Y no me refiero sólo a los «recoge tus cosas», «pórtate bien», «siéntate bien en la mesa», «con la boca llena no se habla» y demás recopilatorio de frases de madre que todos tenemos y conocemos, sino a pequeñas manías de mi madre que, a base de repetírnoslas, he descubierto que han calado hondo en mí. Una de ellas son los cepillos de pelo. ¡La de veces que habré oído a mi madre decir: «¡Limpia el cepillo!» cada vez que me secaba el pelo! Y terminaba haciéndolo a regañadientes, cómo no. Y ahora va y resulta que no puedo ver un cepillo con un mísero pelo… ¡Para que luego digan que no les hacemos ni caso! Jajaja.
Pues como esas, mil: seco siempre, ¡siempre!, la pila del fregadero al recoger la cocina; en cuanto anochece enciendo una luz en la entrada de mi casa; y, como dice Mar siempre, tengo refranes para todo. Si os paráis a pensarlo unos minutos seguro que vosotros también descubrís un montón… Aunque lo divertido no es sólo verse uno reflejado en su madre, sino ver al resto: mi marido tiene un montón de cosas que sólo he visto hacer a su madre, y que él no concibe de otra forma; por ejemplo, es incapaz de irse a la cama sin haber ahuecado y ordenado antes todos los cojines de los sofás del salón. Todos.
Venga, va, ahora vosotros: ¿qué manías habéis heredado de vuestras madres? ¿qué frase os repetía hasta decir basta y ahora os descubrís haciéndolo constantemente pese a que de pequeños os parecía la mujer más exagerada del mundo?
-María