Cuando nació mi hija mayor vivíamos en un piso con una cocina americana que se veía nada más abrir la puerta de casa, así que cuando llegó la hora de escoger trona una de mis prioridades era que fuera bonita. Sí, sí, como leéis. Quería una trona bonita. De risa, ¿no? Así que cuando empecé mi habitual recorrido por las tiendas físicas y on-line, pensé que me había puesto un requisito complicadísimo, porque el resto de exigencias habituales las cumplían muchas, muchísimas tronas del mercado, pero estéticamente hablando… pocas pasaban (al menos hace tres años). Hasta que di con babyhome y su trona Eat. Y pensaréis, ¿pero cómo no empezaste por babyhome, hija mía, con lo que cuidan el diseño de todos sus productos? Pues porque de esto hace ya tres años y, como buena madre primeriza… ¡no tenía ni idea de nada! Así que si vosotros también estáis a la caza y captura de la trona perfecta para vuestro peque, aquí os hago un análisis de la trona eat de babyhome basándome en mi propia experiencia, ¡espero que os sirva!
La trona en cuestión es muy ligera y visualmente apenas ocupa espacio (recordad: barra americana, la trona siempre a la vista… ¿a que entendéis por qué me atrajo?). La estructura es de aluminio, lo que le da solidez y hace que sea fácil de limpiar, y tiene un plegado bastante compacto, perfecto si tenemos poco espacio en casa, vienen visitas y hay que hacer desaparecer la trona en algún lado, preferiblemente detrás de la puerta (llamadme rara, pero debajo de la alfombra quedaría raro, no sé…). Para plegarla, hay que apretar los botones que encontraréis en la parte delantera de las patas, y empujar la estructura hacia el suelo; fácil, ¿eh?
Cuenta con una bandeja redondeada y de un material antideslizante que se puede quitar para acercar al niño a la mesa. Para retirar la bandeja, basta con tirar de la lengüeta hacia afuera (hacia la izquierda en la de la izquierda, y hacia la derecha en la de la derecha) y hacer un poco de presión en la bandeja hacia abajo para que se desenganche. Como veis en la última imagen de la foto de aquí arriba, la trona tiene dos agujeritos a cada lado donde va enganchada la bandeja, lo que te permite saber que estás colocándola donde debe ir.
La altura de la trona es perfecta para permitir que los niños coman en la mesa con los mayores. Cuenta además con un arnés de seguridad de cinco puntos que a mí me ha venido genial, pues si os fijáis en la imagen derecha de la foto… mi hija pequeña es especialista en quitarse la parte de los tirantes, ¡así que me viene de perlas que esté bien cogida por la parte de la cintura! Yo, que tengo una hija medio kamikaze, puedo aseguraros que el arnés funciona estupendamente (de hecho, es algo incómodo de quitar porque está un poco duro, ¡pero yo casi lo prefiero así!)
El asiento está confeccionado con un tejido técnico lavable (¡la de veces que le habré pasado un paño húmedo para limpiarlo!), muy práctico cuando hablamos de niños, y que se puede desmontar. Para ello, tenéis que soltar los tres automáticos que hay en la base del asiento (imagen 1), sacar el enganche del arnés por la lengüeta (2) y tirar del asiento hacia arriba (3) para sacarlo (4). Rápido, sencillo y limpio.
El asiento no se reclina, pero como bien me dijo una vez el dueño de una tienda de puericultura donde fui a verla antes de comprarla: «La hora de la comida es para comer, que la trona se recline no sirve más que para distraer al niño». Muy cierto. Aunque reconozco que a veces he echado de menos que la trona se reclinara un poquito, sobre todo cuando el bebé es aún un poco pequeño y tenerle tan erguido da hasta grimilla. También es cierto que para mí la trona es para comer, nunca he tenido a mis hijas sentadas en la trona para poder vigilarlas mientras yo hacía otras cosas porque para eso utilizaba la hamaca, que paseaba por toda la casa y donde sí podía escoger la posición de reclinado.
Creo que ese es el único «pero» que le puedo sacar, y está cogido con alfileres porque ya os digo que sólo lo he echado de menos siendo las niñas muy pequeñas. Aunque quizá otra pequeña desventaja es que la bandeja está muy dura, así que casi nunca la quito. Siempre he metido a las niñas por el hueco que queda entre el asiento y la trona, claro que mis hijas no son especialmente grandes y entiendo que para niños grandones esto puede ser una desventaja de verdad. Al final es la pescadilla que se muerde la cola: como está dura, no la quito nunca, y como no la quito nunca, no se da de sí ni está más blanda.
Yo ya os digo que estoy feliz con mi trona: me pareció estupenda cuando la compré y me lo sigue pareciendo hoy en día, tras tres años de uso diario con mis dos hijas. Pero ya sabéis que si alguna la ha visto o probado, y tiene otra opinión, ¡o duda!, nos encantará oírla. Para eso creamos este banco de pruebas: para poder dar nuestra opinión personal sobre los productos que probamos, y que podáis compartir la vuestra.
-María