Todo un año esperando a que llegue la vendimia… y cuando por fin llega suele estar pasada por agua así que poco podemos disfrutarla. Este año, sin embargo, habíamos decidido ir cayera quien cayera antes de que terminara y, aunque el fin de semana ha caído el diluvio universal en casi toda España, el tiempo nos respetó en la Ribera de Duero (o, al menos, en la zona de Roa) y disfrutamos de un día de campo espectacular, viendo vendimiar, haciendo nuestros pinitos en la recogida de uva y poniéndonos morados a uvas (literalmente: las bocas daban miedo jajaja).
Aprovechamos, además, para hacer las fotos de nuestra colaboración con el nuevo catálogo de ropa niña de Gocco, que no sé si conocéis pero tiene unos tonos de lo más otoñales, ¿no os parece? Gocco, además, es una de esas marcas de niños que siempre han tenido un hueco en el armario de mis hijos; es una de las primeras tiendas de ropa para niños que recuerdo y, de hecho, a mi hermano pequeño, con el que me llevo bastantes años, le cayó más de una vez de regalo algo de Gocco 😉
¿Os habéis planteado alguna vez cómo se realiza la vendimia? Cada bodega tiene un poco su proceso, pero yo os puedo explicar el de Alonso del Yerro 😉
Aprovechando que hacía un día maravilloso, fuimos al campo a ver a los vendimiadores: un espectáculo de colores verdes, naranjas, amarillos y rosas, como veréis en las fotos.
En Alonso del Yerro la uva se recoge manualmente en el campo, donde se van llenando cajas de plástico que se cargan en el tractor y, cuando el remolque va lleno, se lleva a la bodega. Una curiosidad: como veis, el tractor que se utiliza tiene el ancho justo para caber entre los lineales.
Los niños disfrutaron un montón «vendimiando», pasando entre los lineales, subiendo al remolque para ver las cajas ya llenas….
La selección de ropa de Gocco que llevan mis hijos parece hecha a posta para los colores de la vendimia, aunque juro que no fue así… de lo que sí que me he dado cuenta es de que tengo una pequeña obsesión con el mostaza jajaja
¡Y para corretear! Perdonad el spam fotográfico, pero de verdad creo que los colores eran tan impresionantes que tenía que compartirlos con vosotros 😉
Volvimos a la bodega justo cuando terminaban de completar uno de los depósitos de madera, así que aprovechamos que no había demasiado movimiento en las mesas de selección para poder pasar dentro y explicar a los niños qué depósitos estaban llenos y cuáles no, y cómo entraba la uva en ellos.
Enseguida hicieron el cambio de máquinas al siguiente depósito a llenar, y la bodega volvió a cobrar vida. Allí, las cajas se descargan y pasan por una primera mesa de selección, en la que se revisan los racimos enteros y se retiran los que no tienen buena pinta. Las niñas aprovecharon para seleccionar ellas también racimos (menos mal que hay un montón de uva y no importa demasiado que saquen uno o dos racimos que no correspondía, porque había que verlas…).
Los racimos que superan esa primera criba suben por una cinta transportadora a la despalilladora, una máquina que separa los granos de uva sin que la uva sufra ni se rompa.
De ahí, el grano pasa a una segunda mesa de selección en la que se retiran los granos de uva que no están bien para que no lleguen al depósito. ¿Y cómo van pasando las uvas? Por el movimiento de la mesa, que vibra, haciendo que la uva se mueva hasta el final de la mesa donde, de nuevo, sube por una cinta transportadora y cae, sin más ayuda que la gravedad, al depósito correspondiente. El proceso, como veis, es muy manual. Se intenta que la uva sufra lo menos posible y llegue lo más intacta posible al depósito, donde soltará su jugo por el peso de kilos y kilos de uva, quedando el líquido abajo y los hollejos (la piel) arriba.
El proceso no termina ahí, aunque sí la parte que explicamos a los niños y que se ve los días de vendimia como tal; luego queda mucho trabajo por hacer aún: remontados, pigeage, catas, y un montón de trabajo que me explican una y otra vez y que, una y otra vez, lío, así que casi que lo dejo aquí que es la parte que controlo y, si os interesa, otro día lío a mi hermano para que nos lo cuente bien 😛
Después de haberles explicado el proceso entero nos fuimos a dar un paseo hasta la huerta que tienen mis padres, pues nos había dicho mi madre que había un montón de membrillos que había que recoger ya o se estropearían. ¡Y allá fuimos! Dos planes en uno 😉
En realidad no hacía ningún frío, pero a mi hija le gustó tanto este abrigo de Gocco que no había manera de que lo soltara… ¡madre mía qué edad, la que me espera!
Lo mejor es que en la huerta no había nadie más, así que ellos fueron los encargados de recoger los membrillos y de llevarlos a la casa, donde mi madre hará en breve un montón de dulce de membrillo para dar y regalar 😉
Vamos, ¡que aprovechamos al máximo nuestra visita a Santa Marta!
-María
* Este post forma parte de una colaboración con Gocco