Cuando, en la primera tutoría que tuve con la profesora de mi hija, me dijo eso de «estamos empezando a leer y no le vendría mal reforzar un poco la lectura en casa, para que gane confianza», la miré no sin cierta incredulidad. ¿Mi hija? ¿Leer? ¡Pero si hasta ahora a lo único que juega es a escribir letras sin sentido en un papel y a inventarse lo que ha escrito! Y yo tan contenta, no creáis, que sé que cada niño lleva su ritmo y, además, estábamos a principio de curso. Pero reconozco que me hizo gracia. Empezamos a fomentarle que fuera ella quien leyera en casa, cosas pequeñitas, pero sin forzarla. Al principio leía dos o tres palabras, medio deletreándolas, y se cansaba. Y veías que se medio desesperaba porque «a mí no me sale» y «tú lo lees mejor». Y entonces le tomábamos el relevo y continuábamos con el libro, jaleándole lo bien que lo había hecho pero sin obligarla a seguir leyendo. Otras veces ni siquiera le ofrecíamos que leyera ella el cuento; elegíamos un libro y se lo contábamos su padre o yo. Y otras veces, incluso, no podíamos evitar pensar que lo de la lectura no iba con ella, y que deberíamos hacerle un poco más de caso que a esta pobre, con eso de que es la mayor y es más buena que el pan, la tenemos un poquillo abandonada.
Y de pronto, estas navidades, mi aprendiz de lectora se ha soltado por fin a leer de corrido. Ahora devoramos cada libro, cartel, letrero o palabra suelta que encuentra por ahí. Ahora es ella quien se encarga de leer el libro por las noches, con su silabeo vacilante y su carita de satisfacción. Pasando el dedo por las palabras para no perder el hilo.
Este fin de semana su hermana tenía un cumpleaños y ella y yo nos fuimos a hacer un «plan de chicas»: merendamos juntas y, como nos sobraba tiempo, vimos una sala de lectura; entramos y me estuvo leyendo cuentos. «Mamá, ¡gracias, ha sido un plan de chicas genial!», me dijo cuando nos íbamos, feliz. Vale que ella es una cursi redomada (qué le vamos a hacer), pero ese ratito con ella me sirvió para darme cuenta de con qué poco podemos hacer felices a nuestros hijos.
Lo sé: madre primeriza total.
-María
PD: Tiempo de calidad y la lista de 30 libros infantiles para leer y releer que nos hizo Marta (nuestro preferido es el número 29: Yo, porque cada hoja tiene una frase cortita, perfecto para empezar a leer).