Rutina coreana: cómo cuidarse bien la piel

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¿Sabéis esas amigas del cole a las que no veis con la constancia que os gustaría pero que, cuando por fin se alían los astros y conseguís veros, el rato pasa como si no hubieran pasado los años y, de hecho, se os hace demasiado corto? Mi grupo de amigas del colegio es así: me encantaría que nos viéramos más, pero la vida nos ha llevado por distintos caminos y en el día a día es difícil que nos veamos (para empezar porque no todas vivimos en la misma ciudad), pero cuando conseguimos vernos lo disfruto tanto que me vuelvo a casa con la sonrisa clavada y ganas de repetir pronto. Este verano, por fin, mi amiga Sofía y yo conseguimos organizar una tarde de piscina con los niños; me encantó ver cómo congeniaron enseguida sus hijos y los míos, pese a la diferencia de edades, y comprobar que habían pasado los años para el resto del mundo pero no para nosotras 😉

Entre los muchos temas de los que hablamos, que una es cotorra por naturaleza y con la edad estoy viendo que se me acentúa, no sé cómo llegamos a la buena cara que tenía ella y a lo desastre que era yo con eso de la limpieza de la piel (jamás le he prestado especial atención, igual que jamás me he maquillado más que para ir a fiestas y celebraciones especiales); y entonces me habló de la (por lo visto famosa) rutina coreana. Y a mí, que soy un cero a la izquierda para estas cosas y que nunca me habían interesado demasiado, aunque soy consciente de la importancia que tiene hacerlo, y hacerlo bien, me picó el gusanillo. Y le pedí que porfa-porfa-porfa me contara de qué iba y qué tenía que hacer para conseguir meterlo en mi rutina. Y ella, que vive en Seúl desde hace tiempo y es un auténtico sol, me lo explicó tan bien que me parecía una pena no compartirlo con el resto. Y, aunque me va a matar porque dice que ella no sabe escribir y que mejor lo cuente yo con mis propias palabras, yo creo que exagera y que vais a preferir «leerla» a ella 😉 Así que os dejo con mi amiga Sofía, y la rutina coreana:

Los últimos años se ha hablado muchísimo de la rutina coreana y la mayoría de las veces (en occidente) se cree o se dice que las coreanas tienen tan buena piel sobre todo por la genética; y claro que tiene que ver, pero ni mucho menos es el factor mas importante. Lo que les hace estar así de estupendas son principalmente 3 cosas: constancia, protección solar, y el conocimiento que tienen.

1. CONSTANCIA

Las coreanas aprenden desde muy pequeñitas que lo más importante es la limpieza de la piel. No hay ni un sólo día en que no se laven la cara (a conciencia) por la mañana y por la noche. Sin excusas, ¡siempre! 

Para que veáis un ejemplo de lo minuciosas que son con esto: si entras en el cuarto de baño que hay en la salita de espera antes embarcar en un vuelo de una compañía aérea coreana (donde la mayoría son pasajeros coreanos) verás a todas las mujeres, A TODAS, desmaquillándose la cara en profundidad antes de subir al avión. Constancia.

Historia de una mudanza

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Tal y como os adelantaba en el primer post del 2017, hemos empezado un año de grandes cambios y uno de ellos es que dejamos esta casita que tanto nos gusta y en la que tan buenos recuerdos hemos creado para irnos a otra en la que no dudo que estaremos también fenomenal, aunque ahora mismo se me está haciendo un poco cuesta arriba y sólo pienso en la penita que me da dejar atrás esta en la que tan bien hemos estado y en la que me habría gustado quedarme muchos años más. Pero Alfonso y yo hace tiempo que tomamos la decisión de vivir de alquiler, algo que nos brindaba la oportunidad de cambiar de casa a medida que las circunstancias lo requerían y, aunque nuestra elección tiene muchas ventajas, también tiene un gran inconveniente y es que dependes del propietario; en nuestro caso, que querían vender la casa (¡afortunado quien la compre!).

El caso es que, con esta nueva mudanza, se cumple totalmente mi mal de cada embarazo: niño nuevo, casa nueva. Y os aseguro que no es porque quiera jajaja. El único embarazo en el que no tuve que mudarme fue con la mayor, pues aún cabíamos en nuestro pisito de recién casados; embarazada de Ana vimos claramente que no había manera de que cupiéramos, así que nos mudamos con mi tripa de 7 meses; con Bosco estuvimos tentados de quedarnos donde estábamos pero entonces, en pleno «síndrome de nido», descubrimos «la» casa y, con un tripón de 8 meses y pese al terror de mi madre por que se adelantara, volvimos a mudarnos. Esta vez juro que ni síndrome de nido ni nada… de hecho, me reía con mi marido porque le decía que era la primera vez que nos íbamos a quedar donde estábamos, y estaba feliz. ¡JA! Aquí estoy de nuevo, con una tripa considerable y planeando nueva mudanza. ¡Pero tan felices! Cansada, sí. Con pocas ganas del momento «mudanza» y «redecora toda una casa» que en cualquier otro momento tanto me habría gustado, sí. Pero ilusionada con el cambio, eso seguro; ya os dije que el 2017 no podría con nosotros y pensaba disfrutar todo lo que nos deparara.

Así que, por si a alguno puede venirle bien mi experiencia con mudanzas, me he animado a escribir este post y contaros lo que he aprendido entre unas y otras:

3 ideas para tardes de lluvia

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Yo confieso… que las tardes de lluvia me encantan aunque terminemos todos (ligeramente) desquiciados de estar encerrados en casa. Pero la idea de llegar del colegio un día lluvioso, calados hasta los huesos después de haberse metido en todos y cada uno de los charcos (sobre todo una que yo me sé), animarles a que se duchen y pongan los pijamas, y quedarnos ya calentitos en casa viendo llover y haciendo planes de lo más caseros, me gusta, y mucho.

Claro que los días de lluvia tienen una cara B y es que los niños, al menos los míos, no queman tanta energía como me gustaría y necesitan sacarla por algún lado, así que intento entretenerlos con alguna actividad porque si no tengo todas las papeletas para terminar regañando más de la cuenta y deseando que llegue la hora de irse a la cama 😉 Y de ahí este post: os dejo aquí tres de nuestros infalibles estas tardes de lluvia que estamos teniendo y las que vienen:

Manualidades: Mr Plinton

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Galletas de plátano y chocolate

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Si vuestros hijos son como los míos, que ven que el plátano se pone un poquito marrón y ya empiezan a protestar (con lo que me gustan a mí así, que están más dulcecitos), esta receta es para vosotros. No soporto tirar comida, y los plátanos son de esas frutas que, o no duran ni dos minutos en mi casa, o no hay manera de que se la tomen y se reblandecen enseguida; así que el otro día, harta de ver que iban a empezar a protestar, decidí hacer una receta de aprovechamiento: galletas de plátano y pepitas de chocolate. Rápida de hacer, muy sencilla (yo la hice con Bosco de pinche y pudo colaborar en todo el proceso, cosa que les encanta), ¡y riquísima!

Ingredientes

  • Media taza de mantequilla
  • 1 taza de azúcar
  • 1 huevo
  • 1 ó 2 plátanos maduros (depende del tamaño)
  • 1 cucharadita de levadura
  • 2 tazas de harina
  • 1 pizca de sal
  • Media cucharadita de nuez moscada
  • Media cucharadita de canela
  • 1 taza de chocolate (con nueces también está que te mueres)

Querido 2017, ya sólo puedes mejorar

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foto Bea Gaspar

Querido 2017, tú y yo no hemos empezado con demasiado buen pie: Mary Poppins cogió su maleta y su paraguas y decidió que ya estábamos preparados para volar solos, aunque yo no lo tengo tan claro como ella; Bamba se fue de Picos Pardos el 1 de enero y hasta el 9 no apareció de vuelta (cuando Alfonso y yo ya habíamos perdido la esperancita de encontrarla y retrasábamos el momento de decirle a los niños, sobre todo a Anita, que no sabíamos dónde estaba ni si volvería); probablemente nos toque cambiar de casa, y no quiero porque me encanta la casa donde estoy y tenía toda la intención de no volver a mudarme en muchos años…

Pero te digo una cosa: nosotros somos más fuertes, y no vas a poder con nuestra ilusión 🙂 

Bamba apareció (gracias, gracias y gracias a una chica genial de Roa que la encontró y consiguió cogerla). Los niños me están ayudando muchísimo y estamos disfrutando de las tardes juntos como hacía tiempo. Y seguro que encontramos una casa que me encante aún más y en la que seguir almacenando buenos recuerdos.

Así que te digo una cosa, 2017: este año pienso disfrutarlo, y disfrutarlo mucho.

Pienso disfrutar de Blanca y sus payasadas, y de esa semiadolescencia que parece que ahora llega a los 7-8 años. Disfrutar de Ana y sus ideas de bombero, su risa contagiosa y esa alegría (descontrolada) que transmite siempre. Disfrutar de Bosco y esa maravillosa etapa de descubrimiento y volverle a uno loca que son los 2-3 años. Disfrutar de esta nueva oportunidad de experimentar el milagro de la vida, aunque me queje (de vicio) porque los años, y sobre todo los otros tres embarazos, me pesen. Disfrutar del nuevo pitufillo («lenteja» de momento, que ha salido cabezota y aún no se ha dejado ver claramente así que seguimos sin saber qué es). Disfrutar de mi marido, que no hay nada que me guste más. Disfrutar de mi familia y de los eventazos del año (dos bodas en tres meses, ¡ahí es nada!). Disfrutar, y dar gracias, por la suerte que tenemos de estar juntos, y tener salud, que al fin y al cabo es lo verdaderamente importante.

Así que 2017: ¡ya sólo puedes mejorar!

Desmitificando el Síndrome de Down

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Recuerdo perfectamente el día que conocí a Alicia. Bueno, miento, conocerla la conocí el día de mi boda; es prima de Alfonso, y se me acercaron ella, sus hermanas y otra prima, con un «¡Hola! ¡Somos tus primas!», aunque ¿quién recuerda perfectamente las caras de quien conoce el mismo día de su boda? 😛

La conocí, de verdad, embarazada de Anita, que ya sabíamos todos que tendría Síndrome de Down, y esperando a que nos dijeran que la operación de corazón de su madre había sido un éxito, con una sonrisa de oreja a oreja, moviéndose con su tripón de un lado a otro (todo el que la conozca sabe que Alicia no para quieta) y hablando con todos como si estuviera en su casa y no en la salita de espera de un hospital. De ahí nos fuimos a tomar una cerveza para celebrar que todo había salido bien. Y yo, que no la conocía más que de aquello, salí de allí con una sonrisa y diciéndole a mi marido que ojalá, ojalá, ojalá llegáramos a ser como Alicia y Diego.

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Más tarde, por coincidencias del destino, mis hijas terminaron yendo al mismo colegio que las suyas, así que nos veíamos todas las mañanas dejándoles y nos tomamos muchos, muchísimos, cafés juntas de los que nos levantábamos a regañadientes y porque en la cafetería del colegio empezaba ya a no quedar un alma. Con ella me he reído como nunca, hemos hablado de la mar y los peces, de la educación de nuestros hijos y de chismes varios y sin importancia. Y de otro montón de cosas que sí que eran importantes. Como dicen mi marido, he pasado a ver a Alicia, a su madre y a su hermana mucho más de lo que les veía él. Y es que el colegio une mucho, ¿o no? 😉

Si hoy os hablo de ella es porque, como parte de esa serie de posts que os dije a raíz de las convulsiones de Bosco que quería ir escribiendo poco a poco, quería contaros la historia de Diego, Alicia y Ana. De cómo se enteraron de que Ana tendría Síndrome de Down y cómo se enfrentaron a ello. Del miedo que se apoderó de ellos, claro que sí, como de todos cuando a cualquiera de nuestros hijos le pasa algo, pero de lo muchísimo que les ayudó saber rodearse de las personas adecuadas, y de la alegría y normalidad, sobre todo normalidad, que se respira en su casa. Una casa de locos, como cualquier casa con cinco hijos, que disfruta de la vida como disfrutamos todos y que pelea con uñas y dientes por #changingthefaceofbeauty: cambiar la percepción que tiene el resto de la sociedad de los niños con Síndrome de Down y demostrar al mundo que con una buena educación pueden desarrollar al máximo su potencial para que ellos mismos sean quienes puedan demostrar todo lo que son capaces de hacer. Y como no hay mejor forma de contar las cosas que haciéndolo en primera persona, os dejo con Alicia:

Escapada a Alcalá de Henares + Bugaboo Donkey Weekender

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Hacía tiempo que queríamos ir a Alcalá de Henares y conocerlo. Cuna de Miguel de Cervantes, patrimonio de la Humanidad, nos parecía un sacrilegio vivir en Madrid y no haber conseguido escaparnos a conocerlo ni una vez… ¡así que decidimos ponerle remedio! Aprovechando que estamos teniendo unos fines de semana de lo menos otoñales y bien soleados, nos escapamos con los niños a hacer un poco de turismo y, de paso, probamos el nuevo Bugaboo Donkey Weekender.

Viajar con los tres últimamente es una gozada, porque les empieza a interesar lo que ven, a gustarles que les cuentes la historia y anécdotas del lugar y, aunque seguimos teniendo que hacer muchas paradas en parques y plazas para que corran a su aire y recarguen pilas, me encanta ver que empiezan a ser más personitas, con curiosidad y ganas de aprender, y se cansan menos que antes.

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Vendimia en Alonso del Yerro

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Todo un año esperando a que llegue la vendimia… y cuando por fin llega suele estar pasada por agua así que poco podemos disfrutarla. Este año, sin embargo, habíamos decidido ir cayera quien cayera antes de que terminara y, aunque el fin de semana ha caído el diluvio universal en casi toda España, el tiempo nos respetó en la Ribera de Duero (o, al menos, en la zona de Roa) y disfrutamos de un día de campo espectacular, viendo vendimiar, haciendo nuestros pinitos en la recogida de uva y poniéndonos morados a uvas (literalmente: las bocas daban miedo jajaja).

Aprovechamos, además, para hacer las fotos de nuestra colaboración con el nuevo catálogo de ropa niña de Gocco, que no sé si conocéis pero tiene unos tonos de lo más otoñales, ¿no os parece? Gocco, además, es una de esas marcas de niños que siempre han tenido un hueco en el armario de mis hijos; es una de las primeras tiendas de ropa para niños que recuerdo y, de hecho, a mi hermano pequeño, con el que me llevo bastantes años, le cayó más de una vez de regalo algo de Gocco 😉

¿Os habéis planteado alguna vez cómo se realiza la vendimia? Cada bodega tiene un poco su proceso, pero yo os puedo explicar el de Alonso del Yerro 😉

Aprovechando que hacía un día maravilloso, fuimos al campo a ver a los vendimiadores: un espectáculo de colores verdes, naranjas, amarillos y rosas, como veréis en las fotos.

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Disfraces caseros: El monstruo de colores

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El finde pasado empezamos con los preparativos de Halloween. Y no es que seamos muy de celebrar Halloween por aquí, pero en casa cualquier excusa es buena para idear un disfraz y pasarse la tarde entera poniendo y quitándoselo 😉

En casa somos muy, muy fans del libro El monstruo de colores, de Anna Llenas, ¿lo conocéis? Es un pobre monstruo que se ha hecho un lío con las emociones, y tienen que ayudarle a ordenarlas. La versión que tenemos nosotros es pop-up, además, así que encanta a mayores y pequeños. Si no lo conocéis, os lo recomiendo para la próxima vez que queráis regalarles un libro: nosotros nos podemos tirar horas hablando del pobre monstruito, de las emociones que hay y cuándo las que sienten y por qué.

El caso es que, este año, hemos decidido que queríamos ser monstruos, pero monstruos buenos 😉

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Recuperemos las cartas por correo

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Que la era digital es maravillosa no lo niega nadie, pero para mí, amante desde siempre de escribir (y recibir) cartas, de devorar libros y sentir el tacto del papel entre los dedos, que sea todo tan digital hace que pierda parte de la magia… ¿cuántas veces habéis ido a correos a por sellos para enviar una carta, simple y plana, donde le contarais a alguien lo primero que se os venía por la cabeza, qué habíais hecho aquél día o cómo os iba la vida en general? ¿y cuántas habéis recibido respuesta? ¿recordáis esa sensación? Yo sí, y no quiero que mis hijos se la pierdan. 

Por eso, este verano en Londres mandaron sus primeras postales, escritas de su puño y letra, a sus primos y abuelos.  Y les encantó la experiencia. Y la hemos instaurado en casa: una vez al mes, caiga quien caiga, nos sentaremos todos juntos en la mesa del comedor, cada uno con su lápiz y papel, listos para escribir a algún familiar o amigo. Al que cada uno elija. Me viene, además, de lujo para practicar la escritura sin que rechisten demasiado. Y la lectura cuando les llegue la carta de vuelta.

La única condición, si recibes una carta nuestra, es que contestes 😉

¿Y vosotros? ¿Mandáis cartas aún? ¿O los ordenadores y móviles se lo han llevado todo?

-María