Que el parchís y la oca son juegos de los de toda la vida, no lo discute nadie. Pero si rebuscáis bien en vuestra memoria, seguro que más de uno recuerda ese tablero azul con hipopótamos de colores que abrían la boca sin descanso para tragar cuantas más bolas posibles… sí, sí, esas bolitas rojas que parecían cobrar vida propia y que cuando creías dentro de la boca de tu hipopótamo salían a traición para irse a la del hipo de enfrente. ¿Os acordáis? ¡La de horas que habremos pasado jugando a ese juego mis hermanos y yo!
Reconozco que el otro día cuando vi a mi sobrino sacar la caja del tragabolas me hizo mucha ilusión, ¡estaba convencida de que ese juego ya no existía! Y ver jugar a los tres primos como cuando nosotros éramos pequeños me hizo sentirme mayorcísima por un momento (hoy es mi cumple, ¿será que de verdad me hago mayor? Jajaja), aunque se me pasó rápidamente al ver cómo disfrutaban juntos y sus piquecillos porque el suyo había tragado más o menos bolas.
Perdonad las imágenes, que salen todas movidas, pero es lo que tenía este juego: o le dabas rápido a la palanca, o tu hipo no se comía ni una rosca, y a estos tres micos les podía la emoción de ganar.
Esta semana santa me he propuesto tirar de la memoria (esa que el embarazo se ha llevado casi entera) y recuperar juegos de los de siempre para jugar con mis hijas, así que si os acordáis de algún juego tradicional en especial… ¡soy toda oídos! 🙂
-María