Estaba en el trabajo y de repente empecé a encontrarme mal. Sentía escalofríos, dolor en las lumbares y tenía náuseas. Hasta ese momento todo había ido perfectamente. Embarazada de 19 semanas y casi ni una náusea, ni vómitos, nada. Era mi primer embarazo y todo estaba saliendo perfectamente. Una compañera, que era mamá, me vio mala cara y me preguntó qué me pasaba. Le dije que me sentía mal, pero que no me dolía nada en particular. Sólo que me encontraba mal. Como cuando tienes la regla, le dije. Eso es una contracción, me contestó. Así que díselo al ginecólogo. ¿Una contracción? No me dolía la barriga, ¿cómo iba a ser una contracción? No obstante, y por aquello de que más vale prevenir, seguí su recomendación y se lo dije a mi médico, quién me confirmó que efectivamente podrían ser contracciones y que bajase el ritmo de trabajo.
Eso era complicado. Llevaba semanas terminando de trabajar a las 2 y a las 3 de la mañana diariamente, no os voy a engañar. El caso es que la semana siguiente, tambíen en el trabajo y a eso de las 10 de la noche, empecé a notar que la barriga se me ponía dura y luego se ablandaba. No me dolía nada. No me encontraba mal. Al principio pensé que el bebé se movía y por eso se me ponía más dura, pero tengo una prima que tuvo muchas contracciones durante el embarazo y empecé a pensar que quizás fuesen contracciones. Se lo comenté a uno de mis jefes, con los que estaba trabajando, y me preguntó que cada cuanto me pasaba. Yo qué sé. Estaba trabajando como una loca, no lo había medido. Empecé a medirlo y era cada 15 minutos, así que me dijo que me fuese directa a Urgencias. La verdad es que no creía que fuese necesario, porque me encontraba perfectamente y no me dolía nada, pero tampoco quería “jugármela”, así que llamé a mi marido y me fui a Urgencias.
Me pusieron en monitores y las contracciones hacían que la aguja de los monitores se disparase. Repito: me encontraba perfectamente. No me dolía nada de nada. Pero la ginecóloga de urgencias fue muy clarita: Vete a tu casa, túmbate y no se te ocurra moverte más que para ir al servicio. Te puedes poner de parto en cualquier momento, me dijo. Le dije que me encontraba bien. Me contestó que si así lo quería, me llevaría a la sala de prematuros y dejaría de encontrarme bien de pensar lo que le podía pasar a mi bebé. No llegué a ir, pero de repente me di de bruces contra la realidad, y durante un mes guardé reposo absoluto, casi sin moverme. Afortunadamente, mi primera hija, que hoy tiene 4 años, no sólo nació a su debido tiempo, sino que se pasó de la fecha en la que salía de cuentas.
Las contracciones extemporáneas me han acompañado en mis tres embarazos. El diagnóstico es que tengo lo que llaman útero irritable. Muchas embarazadas tienen las denominadas contracciones de braxton hicks, preparatorias del embarazo, pero yo tengo bastante más contracciones de lo normal. Para intentar que el útero “se relaje” y las contracciones paren un poco, lo que los médicos indican es reposo, mucho reposo, beber mucho líquido y en la medida de lo posible tumbarse sobre el lado izquierdo. Pero especialmente, lo más importante es frenar el estrés y los esfuerzos e intentar descansar al máximo. En ocasiones, además, y dependiendo del caso, pueden llegar a recetar determinados medicamentos para controlar las contracciones.
Me he decidido a escribir un post sobre el útero irritable porque con el estrés diario que muchas mujeres de hoy vivimos, cada vez son más las embarazadas que tienen contracciones antes de tiempo. Muchas ni siquiera identifican que son contracciones, porque como yo creía, creen que si no son dolorosas no hay riesgo alguno de parto prematuro. Pero lo cierto es que, como me han recalcado numerosos médicos (la última vez el martes de esta semana, en el que me han dicho que me esté más quietecita que todavía no he llegado a la semana 35), sí existe ese riesgo. Y por ello, si notas durante el embarazo que se te tensa el abdomen de forma más o menos frecuente, no dudes en comentárselo a tu médico y sobretodo (y lo que más me cuesta a mí): intenta frenar el ritmo.
Además, quería escribir este post porque cuando a una mujer embarazada le dicen que tiene amenaza de parto prematuro, pasa bastante miedo (sé de lo que hablo). Pero mis dos primeros niños han llegado a las 40 semanas, y esperemos que mi nueva bebé como mínimo también llegue a la 37 o más, así que también un mensaje de tranquilidad a todas las que os dicen que tenéis útero irritable: teniendo cuidado y haciendo el reposo tu pequeño sin duda llegará a su debido tiempo.
– Mar
PD: Perdonad la “historieta” de hoy sobre yo y mi útero irritable, pero realmente creía que era importante escribir sobre esto, ya que no hay demasiada información en Internet al respecto.
PD2: En este embarazo, además, me diagnosticaron placenta de inserción baja, un tipo de placenta previa aunque no el más grave. Lo mismo, me sentía perfectamente, pero el riesgo era aún mayor que con el útero irritable, así que durante dos meses casi ni me he movido. Afortunadamente, mi placenta subió un poquito hace ya varias semanas y ese riesgo se ha minimizado.
PD3: Sí, la de la imagen es el aspecto actual de mi bombo 😉