¡Cuánto tiempo sin vernos! No, no he tenido el embarazo más largo del mundo….Nicolás está con nosotros desde el 20 de Septiembre del 2012 pero parece que ahora los días tienen 12 horas en lugar de 24. Me recuerda mucho a los comentarios que Mar y Maria suelen decirnos en sus posts…
Les cuento como fueron las últimas semanas, semanas que no deberían de haber sido las ultimas, ¡Nicolás se adelantó 1 mes! La semana 32 fue muy tranquila, estuve bastante pesada, mis pies se empezaron a hinchar más de la cuenta y tuve que dejar de usar tacones… sí, ¡seguía usando tacones! Mi cuerpo agradeció que me pasase al zapato plano porque los dolores de ciática eran ya más constantes.
Viéndolo ahora con más perspectiva les recomiendo preparar el bolso para el hospital con más de un mes de antelación; yo lo hice gracias a la insistencia de mi suegra que ya se ponía nerviosa de verme semejante tripa, sin nada organizado, y diciéndole: «…pero Pilar, si falta un mes y medio todavía…». Al final fue un timing perfecto porque a la semana de haberlo armado una noche tranquila, a las dos de la mañana, comenzó el momento más feliz de mi vida.
Había sido un día como cualquier otro, yo seguía haciendo de todo e incluso esa misma tarde había estado en el cuarto de Nicolás sentada en el piso arreglando el empapelado de la pared. Llegué a la noche cansada pero ágil y sintiéndome muy bien. Me fui a dormir y como es normal en una embarazada, a mitad de la noche fui al baño. Al volver a la cama siento que pierdo líquido, como tenía sueño y no entendía mucho, me lo tomé con calma. Me fui al baño y espere un rato pero como seguía perdiendo líquido no tuve más remedio que pensar que quizás ¡había roto aguas! Debo confesar que lo dudé bastante porque creía que romper aguas era mucha agua, pero les cuento que en mi caso fue poca. Desperté a mi marido con tranquilidad y decidimos irnos al hospital sin apuro ya que sabíamos que teníamos mucho tiempo. Era la primera vez que iba urgencias en todo el embarazo.
Mientras íbamos en el coche nos preguntábamos sí realmente había llegado el día porque ¡era un mes antes! Era una fecha muy especial para mi marido y le encantaba como cumpleaños de su hijo, yo creo que todo le gustaba de esta aventura, ¡se le veía tan feliz!
Llegamos a urgencias, yo seguía perdiendo líquido y allí me confirmaron que había roto aguas pero que aún no estaba de parto. Por suerte no me dio miedo y estaba muy tranquila. Enseguida me monitorizaron y nos aseguraron que Nicolás venía de camino. Entramos en urgencias tipo 2.45 am y a las 4.00 am estaba en una habitación esperando dilatar más. Con mi marido nos dormimos hasta las 8.00 de la mañana más o menos, como verán estábamos muy relajados. 😉
Poco a poco tuve unas pequeñas molestias en la tripa, pero nada dolorosas y la enfermera me dijo que eran contracciones. En ese momento me ofrecieron ponerme la epidural, como no me dolía no me parecía necesaria, pero la enfermera me dijo que no había necesidad de que me doliera para ponerla y me aseguró que una vez que me la pusieran me podían volver a poner otra dosis si se iba el efecto. ¡Ni lo dudé! Me bajaron a una sala de dilatación a eso de las 10.30 am, me pusieron la epidural y a esperar. La epidural debo aclarar que no es nada grave, molesta un poco cuando te la ponen pero es fantástico no tener dolor y disfrutar de este momento único. Por este mismo motivo llamé al anestesista que estaba dando vueltas visitando a las otras futuras mamás y, aprovechando que era compatriota mío, le pedí el favor de que antes de pasar a quirófano me diese un buen refuerzo de la anestesia.
Estar a esta altura del proceso era surrealista, no lo podía creer, ¡que rápido iba todo! Mi marido estuvo conmigo en todo momento y eso me transmitía paz y me daba la confianza de que todo iba a salir bien. En la espera nos volvió a dar sueño y nos dormimos los dos abrazados en la camilla, ¡no sé como entramos! Las enfermeras alucinaban con nosotros. Pasaron algunas horas y a eso de las 14pm ya tenía la ansiada dilatación para que Nicolás llegara ¡por fin! Estaba con una mezcla de sueño, calma, nervios y miedo a lo inesperado… me sentía tan primeriza, tan inexperta y tan ansiosa a la vez.
Me veía en la camilla yendo a quirófano y pensaba: «¡mamá vení a salvarme!». El camino fue corto y no me dio tiempo a pensar mucho más. A mi marido, que se había puesto detrás de mí, le ofrecieron ponerse delante y ver nacer a Nicolás, no lo dudó en ningún momento. Fue gracioso porque se emocionó mucho viendo nacer a Nicolás y los médicos se preocupaban de que se desmayara en cualquier momento. Él les dijo que estaba muy emocionado, era un momento único pero que estaba muy bien y se preocuparan de nosotros dos. ¡La cantidad de gente que se debe de desmayar en ese momento!
Una vez en la mesa fueron cuatro pujos respirando como podía y… ¡llegó Nicolás! Me lo acercaron para q lo viera y le diera un beso, el pobrecito estaba medio morado, con muchísimo pelo, y parecía tan indefenso. Era impresionante ser consciente de que esa cosita era mía. En ese momento yo no paraba de llorar, al igual que lloro de emoción escribiendo y recordando todo ahora.
Así termina esta aventura «embarazosa», con un final más que feliz, Nicolás trajo una felicidad nueva, distinta, otra perspectiva de ver la vida, ahora su vida depende de nosotros y él es el centro de la nuestras. Desde de ese momento comenzó otro camino, el de conocernos y adaptarnos mutuamente. Por ahora, ¡no nos va mal! Espero que les hayan gustado y servido mis relatos, a mi me encantó poder compartir este gran momento con ustedes, gracias por acompañarme.
-Sol