Siempre he dicho que soy más de chicos que de chicas, y es verdad: mi marido siempre dice que sus niñas son «una inversión a futuro», porque sabe que luego le van a mimar y a cuidar, y ya se encarga él de que así sea jugando con ellas y haciendo que se sientan las reinas del mundo, cosa que me encanta. Pero mi respuesta siempre es la misma: «¿Tú sabes los 15 años que me esperan, con estas dos pasando la edad del pavo juntas?». A los 15 se las regalo a mi madre, que con 3 hijas algo de costumbre debe de tener ya…
¿¡Los 15!? ¡JA! ¡Ilusa…! ¡Lo que no sabía yo era que el paverío empezaba a los 6! ¡Madre mía! Que sí, que sí: que acabamos de estrenar los seis y la de 4 «casi-cinco-mamá» ya se ha contagiado, y de qué manera. Que tan pronto están riendo como nunca con algún juego que se han inventado como discutiendo porque una ha dicho y la otra ha hecho. No niego que a ratos me hace gracia verlas: riendo como las locas a carcajada limpia, sin razón aparente y contagiando a todo aquel que las escucha… aunque la mayoría de las veces es… ¡agotador! Que estas dos no paran quietas ni cuando duermen… que un día regañas a una, y parece que se acaba el mundo, y al momento siguiente se está riendo con su hermana, diciéndote «que la dejes en paz» y «que no la entiendes» (!), para el minuto siguiente volver corriendo a llenarte de besos y abrazos, y a decirte que eres la mejor del mundo y que te quiere un montón (!!): ¡a mí que me lo expliquen!
Anda, apiadaos de mí un poco: decidme que esto es una prueba pasajera, y que no van a seguir así para enlazar con el paverío de los 15…
-María
Pd. Hermanos y cómo hacer coronas de margaritas (que esa es la otra consecuencia de este pavo adelantado: llevan la coquetería hasta límites insospechados… ¿de verdad nosotras éramos iguales de pequeñas?)