Hoy tenemos la suerte de comenzar con nueva colaboradora en el blog: Marta y yo nos conocimos porque nuestras hijas de 5 años son íntimas amigas. Con ella paso muchas de las tardes de Madrid bien acompañada mientras los niños juegan. Marta confiesa que ella es algo así como de la «prehistoria» tecnológica. No tiene ni redes sociales, pero ya la he liado para que una vez al mes pase por aquí para contarnos cómo vive ella su día a día con Emma y Lydia. Hoy comenzamos con un post sobre libros, porque como ella os cuenta, en su casa les gustan mucho, pero que mucho, los libros…
¡Mil gracias Marta!
Nos gustan los libros. Así, en primera persona del plural, que la identidad –desde que soy madre- la tengo floja. Y a Michiko –que también le incluyo en el pack- nada le puede gustar más. Quizá el periódico… o el móvil, que ahí también puede leer sus cosas y le da más juego. Bueno, el caso es que antes de la era tecnológica -sí, la vivimos, somos así de viejos-, lo que más le gustaba, seguro, eran los libros.
Yo adquirí esa fea costumbre cada vez que compraba uno o dos o tres o cuatro, nunca vienen solos –es un comprador compulsivo, sí, pero nos salva que compra cultura- de versionar a Manolito, el de Mafalda y espetarle: ¿Un libro? ¿Te crees que no sé que ya tienes uno?
Fantástico. Hay que releer a Quino. Siempre.
El caso es que a nuestras hijas no les queda otra que adquirir el hábito de la lectura. No hablemos todavía de móviles. Total, al paso que vamos, en cinco años nos han insertado un chip y nos comunicaremos telepáticamente y haremos fotos con un pestañeo. Pero éste es otro tema e infinito. ¿Cómo se escribirán los posts? Infinito, ya lo he dicho. Lo presiento, nuestras hijas serán unas lectoras del Cretácico enclaustradas en su biblioteca de Alejandría. Biblioteca repleta de pequeñas joyas, por cierto.
Una de ellas es ¡OH!, de Josse Goffin. Ed. Kalandraka. Uno de esos libros infantiles de imágenes encadenadas que bien podrían colgar de la pared de un museo. A mi éste me gusta especialmente porque me resulta asequible en formato y por sus líneas claras sobre fondo blanco, que lo hacen muy interesante para las edades de mis dos hijas. Mientras Emma, la mayor, de casi 5 años, le saca todo el jugo, Lydia, la pequeña de 22 meses, reconoce las imágenes sin problema.
Están surgiendo muchos libros de este tipo, qué pena no haberlos pillados en mi niñez. Y qué envidia me dan sus autores. Yo desde que soy mayorcita, a la pregunta de “si pudieras volver atrás ¿a qué te gustaría dedicarte?” siempre respondo: cantante de ópera (nulas cualidades, claro). Pero Prima Donna, nada de andarme con chiquitas. Diva, de las de antes, con un remolino de vida personal incluido. El pack completo, si no carecería de sentido para mi. O primera bailarina de ballet clásico, se me ocurre (menos cualidades todavía, claro). No, en realidad ya había decidido que no porque prefiero no someter mi cuerpo a tanta demanda física. Bueno, pues el caso es que desde que tengo en casa libros infantiles de este tipo, creo que voy a cambiar la respuesta a #fabricantedelibrosinfantilesdeensueño. Va junto porque es una profesión, no por la modernez ésta de escribir así en los whatsapp. Y me los imagino haciendo coworking: ellas con sus vestidos naif y flequillo, con gafas de pasta y labios rojos; a ellos no los voy a describir porque prefiero no tener barba. No puedo pasar de prima donna a mujer barbuda. Lo entendéis, ¿verdad? Y bicicleta, claro. Con una cesta con flores y verduras orgánicas. De esta guisa a lo mejor conseguía que me fotografiara Scott Schumann, otro de mis grandes sueños.
Pero como todo esto no sucede en mi vida -snif-, me consuelo con conseguir el gran propósito que me he impuesto desde hace casi cinco años: ser una buena madre. Que se dice pronto. Pero no para colgarme una medalla, qué va, recordemos que tengo la identidad perdida. El propósito va más allá: criar a unas hijas felices. Principio de causa efecto, vaya. Qué trabajo ingente nos ha tocado, qué responsabilidad tan abrumadora. Corto y cambio, no nos vayamos a agobiar. Pues como ahí entra que descubran la lectura, que les permite disfrutar y aprender, intentamos que observen que un libro sirve para todo eso. Así, este libro de ¡OH! nos permite jugar a uno de esos juegos de palabras que siempre nos recomiendan en el cole de Emma: palabras encadenadas. Y para hacerlo más apetecible, el otro día lo hicimos físico y nos montamos nuestra propia poesía automática. Recortamos pequeños trozos de cartulina donde Emma iba escribiendo las palabras encadenadas que se le iban ocurriendo. Y así fuimos creando un poema muy visual –a ver si se nos pega algo de Joan Brossa-, que íbamos pegando en un librito de esos que le encantan hacer. Cuando estuvo listo, directo a la librería, sección poesía. Y de repente, Emma se convirtió en poeta, en artesana y en editora. ¿Se puede pedir más?
Y como una cosa me lleva a la otra, no puedo dejar de recomendar un libro fantástico de poesía para niños. Fantástico, repito. Es el “ABEZOO” de Carlos Reviejo y Javier Aramburu, Ed. SM. Poesías de animales con cada letra del abecedario. Letras y animales, no les puede interesar más. Y cuando no hay animal, pues el socorrido “me lo invento” y así aparece el genial Wasifeo, que tiene tres alas, patas de avestruz y cuello de jirafa. Son poesías realmente simpáticas y con una gran sonoridad, con lo cual, tras unas ¡pocas! lecturas -¿cómo pueden tener esa capacidad de retención, por Dios?- un día te sorprenden -mientras estás comiendo un cuscurro de pan durante su merienda- recitando poesías cual Nuria Espert –¡y te atragantas total!-. Es un libro de formato grande pero con una cualidad muy interesante: mientras que en una página aparece la poesía con sus dibujitos, en la otra aparece la letra que se está tratando en diferentes tipografías, lo que hace que los niños se familiaricen con muchos tipos de escritura, mayúsculas y minúsculas. Además, el diseño de estas páginas es muy atractivo porque no es repetitivo y los niños no pierden interés. A mí me maravilla cuando pillo a Emma en uno de esos días que escruta las letras y con su dedito las repasa como le enseñan en el cole. Eso es vivirlo, y es maravilloso.
– Marta
PD: Y ahora vosotros, ¿qué libros infantiles son vuestros imprescindibles? No dejéis de visitar nuestro rincón de lectura y los 4 pasos sobre cómo contar cuentos (buenísimos)
Marta Pariente
