No es ningún secreto que me encanta el campo, la libertad que da a los niños el saber que pueden correr libremente, hacer y deshacer, inventar historias y sentir que no hay ningún adulto pendiente de lo que hacen o dejan de hacer. Y la libertad que nos da a nosotros, como padres, saber que pueden hacer lo que quieran, y que puedes «desentenderte» de ellos porque no hay peligros alrededor… no os voy a engañar, desconecto mil veces más un día en el campo que cuatro de viaje con ellos en cualquier ciudad.


Llevaba tiempo queriendo enseñaros el día de campo que pasamos en Monte de Cutamilla, la reserva natural privada de la familia de Mara que es una auténtica maravilla, pero los días me comen y no terminaba de hacerlo, así que he decidido que de hoy no pasaba: de aquí no me levanto hasta que no le dé al botón de «publicar» 😉
Todo en Cutamilla enamora, desde la primera curva nada más entrar en el camino privado que lleva a la finca hasta que vuelves a salir a la carretera de vuelta a la civilización. El palacete, los distintos paseos que la rodean, la luz que atraviesa la arboleda que hay cerca de las vías del tren, Mara y Ángel Luis y su hospitalidad infinita, las migas con huevo (ayyyyy, esas migas con huevo), la compañía, los burros y caballos, los niños corriendo… las risas, el buen ambiente y el tiempazo que nos hizo un día de mediados de noviembre en plena Segovia.

Nos llevamos el nuevo Bugaboo Donkey² para Icíar y nuestra «panda del moco» aprovechó para sacarla a pasear a varias manos… ¡lo bueno es que había sitio para todas! Icíar iba de lo más cómoda, y su madre de lo más tranquila sabiendo que con ese cochecito iba segurísima pese al recién estrenado carnet de «conducir» de sus babysitters.



Cutamilla es un paraíso del que podéis disfrutar en grupo de la mano siempre de Mara Catering; si tenéis oportunidad, no lo dudéis: os harán sentir como en casa.

Mil gracias, Bea, por la invitación, el descubrimiento, el plan… ¡y las fotos! 🙂 Y a ti, Mara, por un día tan redondo.
-María
PD: Ayer por la tarde tuve que ir al centro de la ciudad con los niños y, al oír a mi hijo preguntarme: «Mamá, ¿por qué hay tantas ambulancias aquí?», porque había visto pasar dos seguidas con la sirena puesta, me di cuenta de que, efectivamente, no tengo hijos «de ciudad»… pero os digo una cosa: hoy por hoy, no lo cambio por nada 😉