En los meses de junio y julio me he sentido «mala madre». Probablemente no lo haya sido tanto, o de eso intentaba convencerme mi marido, que es más bueno que el pan, pero así me sentía cada día al acostarme. El caso es que estábamos de mudanza. Finalmente, como ya os conté hace algún tiempo, la realidad de que no cabíamos en nuestra casa se hizo patente y la verdad es que tuvimos suerte: encontramos un piso mucho más grande (casi el triple) muy cerca de donde vivíamos y a escasas 4 manzanas del parque del Retiro madrileño, alquilamos el nuestro a dos chicas encantadoras y, hasta aquí, todo nos salió redondo. Pero claro, el piso nuevo, aunque grande, estaba antiguo, y nos ha costado sudor y lágrimas el hacerle un lavado de cara, aunque ahora estemos encantados con el resultado.
El caso es que el lavado de cara, para hacerlo a un precio razonable, implicó aprenderse los nombres de los muebles de Ikea de memoria de tantas visitas que hice, saberme todos los tipos de tarima del mercado y los precios en los distintos almacenes, etc, etc, etc. Así que trabajando por las mañanas y haciendo viajes cada tarde a Ikea, Leroy Merlin, Bricor, Carrefour y demás, lo de las tardes con mis pequeños en el parque escaseó en junio y julio, la verdad. Claro que muchos días me liaba la manta a la cabeza y me los llevaba conmigo a las tiendas, pero los pobres acababan agotados y hartos, así que había días que me iba yo sola. Y una se siente fatal. Aunque lo haga por ellos, para que tengan una casa donde puedan correr, una habitación de juegos, un rincón para pintar, etc. Una se siente fatal.
Así que me propuse (aunque os aseguro que no me daba la vida para «inventos») que el tiempo que les dedicase iba a ser tiempo de calidad e iba a hacer que se lo pasaran bien, pero realmente bien. Y así una tarde, previa visita a un par de tiendas en busca de los materiales, nos fuimos al parque del Retiro a pintar, pero como teníamos a un enano de 10 meses que también merecía pasárselo bien teníamos un requisito añadido: la pintura no podía ser tóxica.
Inspirada por ese maravilloso mundo de ideas que es Pinterest, compré yogur, colorante alimentario, una cubitera y voilà! Nuestra pintura de yogur estaba preparada y la verdad es que nos lo pasamos realmente bien…
¿Qué necesitas?
- Yogur natural
- Colorante alimentario
- Cubitera
- Lienzo
- Pinceles, brochas, rodillos, esponjas… ¡lo que se te ocurra!
¡Manos a la obra!
No puede ser más sencillo: Simplemente hay que vertir el yogur en los distintos espacios de la cubitera e ir añadiendo en cada uno de ellos colorante alimentario, o distintos colorantes si como yo sólo tenéis los colores primarios (rojo, amarillo y azul) para conseguir más colores. Hecho esto, ya tenemos la pintura preparada así que sólo hay que coger los pinceles, brochas y demás y… ¡¡¡a pintar!!!
La pintura de yogur me encantó: los colores quedaron súper brillantes y la textura de la pintura, como no podía ser de otra manera, era muy cremosa y no ensuciaba nada (lo que sí ensucia las manos es el colorante alimentario al echarlo, una vez mezclado con la pintura se va con una toallita como si fuera agua). Lo único es que la pintura «moja» un poco, es mejor pintar sobre lienzo y no sobre papel porque no queda bien. Os cuento que aunque Mar con sus casi tres años era la más aplicada pintando, el pequeño Jose también intentó demostrar sus habilidades como artista…
Por supuesto «saboreó» la pintura y lo que más le gustó fue mordisquear el pincel; de hecho llegó un momento en que dijo «¡trae aquí esa pintura!» y, como veis, se dedicó a explorar y ensuciarse, menos mal que conociéndolo como lo conozco directamente y dado el calor que hacía lo dejé con pañal para que se pudiera ensuciar a gusto.
Y así acabamos… como obras de arte vivientes, sobre todo el más pequeño de la casa… La verdad es que fue una tarde increíble y tanto los niños como yo nos lo pasamos en grande, y por lo menos esa noche me fui a la cama pensando que había sido un poco menos «mala»… 🙂
¡Feliz fin de semana, a disfrutar de la familia! (y a preparar la vuelta al cole, a organizar armarios, a recoger la casa después de vacaciones y terminar de sacar las maletas… en fin, ¡¡¡todas esas cosas que hacemos las madres!!!!)
– Mar
