Hello! Adriana

 

Bebestilo - Adriana

Fotografía realizada por la genial Lucía M

Y llegó el día… Como sabéis todos los que me seguís en Instagram, el pasado 3 de abril nació mi tercera hija, Adriana. Lo irónico del tema es que, después de estar meses de reposo como ya os conté debido a mi útero irritable, llegué a la semana 41 y ella seguía tan a gusto y sin querer venir a conocernos, así que finalmente me tuvieron que inducir el parto. Mi primer parto también fue por inducción y fue bastante doloroso, pero la verdad es que éste no tuvo nada que ver, casi ni me enteré y en tres horitas desde que llegué a la clínica ya tenía a mi bebé en brazos… volvía a vivir uno de los días más importantes de mi vida y a sentir la misma explosión de sentimientos que experimenté hace 4 años y medio, cuando nació Mar, y hace 2 años y medio, cuando nació Jose.

Estas semanas he estado aprendiendo a organizarme con 3 pequeñajos por casa, y he tenido la prueba de fuego en Semana Santa, ya que los dos mayores, que normalmente por las mañanas están en el cole, tenían vacaciones. La verdad es que he tenido suerte, me he recuperado sorprendentemente rápido del parto (debe ser que los terceros tienen el camino hecho, como ya me comentó mi querida Carmen, de Bizcocho de Chocolate), he tenido toda la ayuda del mundo con el padre de las criaturas y con mi familia y su familia viniéndose a Madrid unos días a ayudarme con los niños y la pequeña Adriana es más buena que el pan, sólo come, duerme y sonríe (¿os he dicho ya que se me cae la baba con mi niña?), así que no puedo pedir más…

39 semanas y media…

Embarazo 40 semanas - Útero irritable

… y aquí seguimos, esperando a que la pequeñaja se decida a salir. Cuando os hablé de mi útero irritable ya os conté que después de tener amenaza de parto prematuro en mis dos primeros embarazos, en ambos no sólo llegué a término, sino que pasé de las 40 semanas. Y salvo sorpresa inesperada hoy (permitidme que lo dude porque me encuentro demasiado bien), con este embarazo también me voy a pasar, ya que oficialmente mañana salgo de cuentas y como os digo, la pequeña Adriana no se decide a venir a conocernos.

Que conste que esta vez no la esperaba hasta la semana 40, dadas mis experiencias anteriores. Vamos, que para disgusto de mi madre (que me pregunta esperanzada cada día), todavía no he preparado ni la bolsa del hospital (mis cosas, las del bebé ya se ha encargado ella de prepararlas, ¡gracias madre!), ni la cunita, y todo para que el embarazo no se me hiciera eterno. Y parece que tenía razón en no esperarla antes porque, como os digo, por ahora no tengo el más mínimo síntoma de que vaya a ponerme de parto pronto.

Mi útero irritable y yo

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Estaba en el trabajo y de repente empecé a encontrarme mal. Sentía escalofríos, dolor en las lumbares y tenía náuseas. Hasta ese momento todo había ido perfectamente. Embarazada de 19 semanas y casi ni una náusea, ni vómitos, nada. Era mi primer embarazo y todo estaba saliendo perfectamente. Una compañera, que era mamá, me vio mala cara y me preguntó qué me pasaba. Le dije que me sentía mal, pero que no me dolía nada en particular. Sólo que me encontraba mal. Como cuando tienes la regla, le dije. Eso es una contracción, me contestó. Así que díselo al ginecólogo. ¿Una contracción? No me dolía la barriga, ¿cómo iba a ser una contracción? No obstante, y por aquello de que más vale prevenir, seguí su recomendación y se lo dije a mi médico, quién me confirmó que efectivamente podrían ser contracciones y que bajase el ritmo de trabajo.

Eso era complicado. Llevaba semanas terminando de trabajar a las 2 y a las 3 de la mañana diariamente, no os voy a engañar. El caso es que la semana siguiente, tambíen en el trabajo y a eso de las 10 de la noche, empecé a notar que la barriga se me ponía dura y luego se ablandaba. No me dolía nada. No me encontraba mal. Al principio pensé que el bebé se movía y por eso se me ponía más dura, pero tengo una prima que tuvo muchas contracciones durante el embarazo y empecé a pensar que quizás fuesen contracciones. Se lo comenté a uno de mis jefes, con los que estaba trabajando, y me preguntó que cada cuanto me pasaba. Yo qué sé. Estaba trabajando como una loca, no lo había medido. Empecé a medirlo y era cada 15 minutos, así que me dijo que me fuese directa a Urgencias. La verdad es que no creía que fuese necesario, porque me encontraba perfectamente y no me dolía nada, pero tampoco quería “jugármela”, así que llamé a mi marido y me fui a Urgencias.