Creo que no es la primera vez que os cuento que tengo una abuela a la que adoro y cuya vitalidad envidio, o que tengo la inmensa suerte de disfrutar de una familia enorme (y que me ha valido más de unas risas por parte de Mar, que dice que siempre que hablamos de alguien termina siendo familiar mío, o amigo de algún familiar), y es que sólo por el lado de mi madre somos 22 primos. Justo antes de verano, mi abuela, a la que le encanta viajar, dijo que quería llevarnos de viaje a sus nietas… ¡y ha sido una pasada! Conseguimos ponernos todas de acuerdo en la fecha, cosa bastante inédita ya por sí, y ella eligió el destino: Praga. No conocía la ciudad y he de decir que me enamoró por completo: la arquitectura de sus edificios, esa luz que lo envuelve todo, el puente de Carlos, el teatro negro, el reloj, su castillo, el barrio judío, el empedrado de sus calles, los tranvías… pero lo que más me gustó, sin duda, fue poder disfrutar de un fin de semana entero con ellas.
Nos reímos como nunca, desde la llegada al aeropuerto hasta que llegamos de vuelta a Madrid. Tuvimos, además, la suerte de que a una de mis primas le habían recomendado un montón de sitios donde comer y cenar, así que nos hemos vuelto con la sensación de haber huido un poco de las zonas habituales de turisteo (si vais a Praga, tenéis que cenar en el restaurante que hay dentro del Monasterio de Strahov) y, aunque ya nos lo habían dicho, me sorprendió lo barato que es comer en Praga, la verdad.
¿Lo mejor? Que todas hemos disfrutado muchísimo el viaje, pero mi abuela la que más. Y ese es el gran recuerdo con el que me quedo.
Pero en Praga no todo son museos y edificios (que los hay, y un montón). El simple hecho de recorrer sus calles ya es un espectáculo. Te sientes constantemente dentro de una película (James Bond, Van Helsing o Misión Imposible, pero seguro que hay mil más). Hacía poco que me había vuelto a releer el curso de Mónica Bedmar en Hello! Creatividad e, inconscientemente, debía de ir mirando todo el rato para arriba porque al ver las fotos del viaje me he dado cuenta de que un montón de ellas eran así.
En definitiva, un viaje inolvidable que esperamos poder repetir pronto. Y no sólo por el viaje en sí, sino por la de llamadas, whatsapps y mensajes mientras lo organizábamos, las cenas pre-viaje, y la post-viaje que tenemos que hacer para poner en común las fotos y verlas con mi abuela.
¡Eres la mejor, abuela!
-María