Como os adelantaba en el post que escribí sobre las convulsiones en niños, si con algo me he quedado después de aquello es que quiero que mis hijos, el día de mañana, sepan demostrar su empatía hacia los demás. Es algo básico, de lo que mucho se habla últimamente, pero que nunca he tenido muy claro cómo fomentar, todo sea dicho. Sí, en casa hacemos mucho hincapié en que hay que cuidar a los demás, empezando por su familia pero sin quedarse sólo en ella, en que tienen que defenderse unos a otros, y no chivarse y malmeter, que si ven a alguien sufriendo por algo hay que tratar de solucionarlo, que todos juegan con todos y que no soporto que le digan a nadie «tú no juegas» porque si se lo hicieran a ellos seguro que no les gustaría… vamos, lo que mi marido y yo consideramos unas normas básicas de convivencia y socialización con el resto y que espero que, a fuerza de repetírselo, calen hondo en ellos.
Mi problema, hasta ahora, es que me costaba hacerles entender por qué somos unos afortunados y por qué hay que aprender a relativizar las cosas; y me costaba porque aún eran pequeños y porque, siendo sinceros, a nosotros mismos a veces nos cuesta relativizar determinadas cosas. Y mira que yo soy de las que siempre ve el vaso medio lleno, que sé que desespero a menudo a mi marido porque no termino de ver el problema donde lo ve él, pero aún así a veces vamos tan a la carrera con nuestro día a día que nos atascamos en problemillas que tampoco lo son tanto, ¿o no os pasa?
Total, que aquél día salí del hospital con la idea de convertirlo en un juego más con mis hijos, pero hasta ahora no había conseguido ponerlo en práctica. Creo que para un niño pequeño es muy complicado hacerse a la idea de que a otra persona le pasa algo que hace que su vida sea un poquito, o más, difícil: bien porque padecen alguna discapacidad o enfermedad de las llamadas raras, o no, o porque no tienen los recursos suficientes para vivir con tranquilidad, aprender y jugar como ellos. Por eso, mi idea es ir poco a poco enseñando a mis hijos distintas asociaciones y ONGs en las que se ayude a algo o a alguien en concreto, tratando de hacerles ver que no hay que sentir lástima por los demás, porque a mí no me gustaría que la sintieran por mí o mis hijos, sino que hay que tratar de ponerse en el lugar del otro y, juntos, pensar de qué manera podríamos ayudarles.
Mi idea era ir ahorrando entre todos para, una vez cada cierto tiempo, donarlo a una de esas causas que hubiéramos decidido, pero me costaba ponerlo en práctica porque mi idea cojeaba: me parecía difícil que un niño pequeño ahorre el poco dinero al que tienen acceso y que, motu proprio, decida donarlo todo a una de esas causas que le hayamos presentado y sobre la que hayamos trabajado. Quizá sí que lo haga la primera vez, incluso la segunda, pero si quería mantener una cierta constancia en el tiempo como tenía en mente me parecía complicado explicar a mis hijos que todo lo que metieran en esa hucha era para ayudar a alguna causa, porque entonces iban a preferir no meterlo nunca en la hucha, ¿no?
Hasta que desde Wondernology nos mandaron «la mejor hucha del mundo» y entonces vi la oportunidad de empezar aquél proyecto… y que conste que éste no es un post patrocinado, sino que me gustó tantísimo la idea de sus huchas que vi claro que era perfecta para lo que necesitaba y por eso os las presento aquí.
La idea es sencilla; no es una, sino tres huchas, para que los niños repartan el dinero en tres partes iguales: una parte para gastar y comprarse esas chuches que seguro que se han ganado ellos también con su trabajo, otra para ahorrar y conseguir comprarse algo para lo que necesiten trabajar un poquillo más (el juguete cuestión o irnos a merendar todos juntos, por ejemplo, que es la meta que nos hemos puesto nosotros), y otra para darlo a los demás.
La segunda parte de mi idea es ir presentándoos aquí también, en Sonambulistas, distintas asociaciones que necesitan un poco de visibilidad y concienciación por parte de la sociedad, porque sé que no toda la labor que hacen es para recaudar dinero para la investigación, que también, sino para que la gente sepa que hay gente con capacidades diferentes, para que quien tenga que enfrentarse a situaciones como las que han pasado ellos los conozca y sepa que tienen en quién apoyarse, y para que el mundo comprenda qué les pasa a esas personas, porque no hay nada peor que el desconocimiento, y se puede hacer mucho daño sin pretenderlo. Esta segunda parte, sin embargo, sé que me va a llevar más tiempo porque llevo queriendo ponerla en práctica un par de meses pero el día a día me consume, así que os pido un poquillo de paciencia que antes o después lo conseguiremos 😉
Como siempre, si tenéis otras ideas para fomentar la empatía en nuestros hijos, para que aprendan a ponerse en el lugar del otro y estén siempre dispuestos a ayudar, soy toda oídos 😉
-María