Mi cumpleaños es el 1 de septiembre. Y nunca me gustó la fecha, porque nunca podía celebrar mi cumpleaños el día 1: mis amigos de la playa se iban el 31 de agosto a sus respectivas ciudades, y mis amigos de Sevilla aún no habían llegado de sus respectivos destinos de vacaciones. Y mucho me temo que «sin querer» les he hecho a mis pequeños lo mismo: mi hija nació un 2 de septiembre (casi!) y el pequeño de la casa nació el día 8 del mismo mes del año pasado. Total, que este año y en tan sólo una semana: Mar cumplía 3, Jose cumplía 1 y mamá cumplía… ¡31! (aunque cuando me preguntan la edad sigo pensando: «mmm… cuántos tengo… ¿26?»).
Pero este año mis niños iban a tener su cumpleaños infantil temático, sí señor, aunque eso implicó que su madre se quedara preparándola el día anterior a la fiesta (y por ende el de mi cumple) hasta las tantas de la madrugada… menos mal que con la ayuda de la abuela y del padre de las criaturas todo se hizo más llevadero. ¿Y cuál era el tema de la fiesta? Pues como ya os he contado a mi niña le encanta pintar y el pequeño ya lo intenta también, así que organizamos la Fiesta de la Pintura.
Aprovechando el buen tiempo y que no hacía demasiado calor, pusimos la mesa en el jardín de la casa de mis padres. Para la decoración de la mesa preparé unas brochas con cartón y cintas de raso de colores inspirada por éste fantástico DIY. Había un poco de viento y la verdad es que las cintas no paraban de moverse y me encantó el efecto que hacía la guirnalda de brochas colgada del árbol…
Para comer cositas ricas pero sencillas: sandwiches de nocilla de los de toda la vida, mini croissants, mini suizos, galletas… confieso que la noche anterior mi objetivo era hacer unas galletas en forma de paleta de artista, y para eso hice un súper pedido de colorantes, candy melts, moldes, etc en la tienda de María Lunarillos, pero mis intentos no salieron cómo debían por intentar correr, así que hubo galletas caseras pero corrientes y molientes (nadie pareció darse cuenta de que no eran temáticas, creo que la única preocupada fui yo ;))
Unos batidos de vainilla de ésos que encantan a los niños, y como no me dio tiempo a comprar las botellitas de cristal tan monas que venden para cumpleaños, por ejemplo en My Little Party (¡tengo que hacerme con ellas!), la verdad es que me apañé con las botellas de cristal de los batidos, quitándoles el papel de la marca… Otra opción muy mona que me sopló María es utilizar botes de potitos, así que ya los estoy guardando para futuras fiestas…
Intenté una Rainbow Cake o tarta arcoiris y, aunque me da vergüenza reconocerlo porque generalmente no se me da mal la cocina y de hecho me encanta cocinar, tuve un fracaso estrepitoso con el frosting, ya que a las 2 de la mañana en casa de mis padres justo no encontraba el accesorio de la Thermomix que necesitaba para montar las claras siguiendo la receta del blog Las Recetitas de Mirasens e intenté hacerlo por la vía rápida, con la batidora (ya os he dicho que soy un poco «rapidilla»)… El caso es que al final no hubo frosting presentable y mi madre tiró por la calle de enmedio y acabamos con una tarta un poco cutre, para que nos vamos a engañar, aunque todos los invitados, ajenos al mundo de los blogs y a lo bonita que debería quedar una tarta Rainbow, estaban alucinados con los colores y les encantó… en fin… otra vez será, porque se queda como reto pendiente!
Y hasta aquí la decoración de la mesa… como este post empieza a parecer El Quijote, mejor dejo para otro día la mesa que preparamos para que los niños pintasen y pintasen… ¡qué no en vano era la Fiesta de la Pintura!
– Mar