{Montessoring nº 4}: Autonomía en los niños

 

autonomia montessori

En cierta ocasión escuché una historia sobre lo que ocurrió en un colegio Montessori. No me llegó por vía directa, pero sí capté su esencia.

En este colegio surgió la idea de hacerse con una mascota que pudiera estar en las clases de los niños para que éstos pudieran hacerse cargo de ella y beneficiarse de las ventajas que esto conlleva y que ya os imagináis: responsabilizarse de un ser vivo, aprender de su especie y demás. Después de investigar y pensar en lo más adecuado, se decidió que la mascota sería un pez y se pusieron manos a la obra. Había que investigar dónde se podía conseguir uno, la ruta para llegar hasta allí, los horarios de la tienda de animales y el dinero que necesitaban para el trayecto y la mascota. Un grupo de representantes iba a ser el encargado de comprar el pez.

autonomia montessori

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Cuando todo esto estuvo preparado, el adulto encargado de guiar a los niños se dio cuenta de que éstos no habían hecho bien las cuentas y que no les iba a llegar el dinero para comprar el pez después de haber comprado los billetes del transporte público. Y aquí viene lo interesante. ¿Qué hizo? Nada. Bueno, seamos justos, en realidad hizo algo fascinante, importantísimo y dificilísimo: callar. Sabía que los niños aprenderían más de la propia experiencia, así que se limitó a “seguir al niño” y a darle margen de autocorrección. Los niños volvieron con las manos vacías, pero conscientes de cuál había sido el fallo y cómo enmendarlo. Y cumplieron con su responsabilidad. Poco después “Estrellita” estaba en las clases.

A mí esta anécdota me dejó fascinada y me revolvió por dentro. ¿Cuántas veces me había adelantado a los errores de cálculo de mis hijas? Buffff… ¿Era realmente necesario intervenir en todos esos casos? Por supuesto que no. Pocas veces no contamos con más oportunidades para enmendar nuestros errores. Si acaso, lo que había conseguido era que se relajaran más y por supuesto, que fueran menos responsables de sus actos, ¡con lo que a ellas les gusta!

{Montessoring Nº 3} Crear un ambiente preparado según María Montessori

   ambiente preparado montessori

Mi casa es como el Santo Sepulcro de Jerusalem. Bueno, va, lo tengo que explicar porque los que me conocéis sabéis que aquí ni somos muy santos ni escondemos sepulcros. Es por algo que yo aprendí en las guías de viajes (¿os acordáis de las Let´s Go o las Routard? Nostalgia pretecnológica, perdón…) en un viaje a Israel. En el Santo Sepulcro está decretado el Status Quo: nada de las zonas comunes se puede cambiar si no hay un acuerdo entre las distintas comunidades que lo regentan. Y por eso hay una escalera de madera en la fachada que quedó ahí tras decretarse dicho Status Quo y que no se ha movido desde 1757.

Y ahí está el paralelismo: aquí no se cambia niente. Nuestra escalera son los dibujos colgados de las paredes de Emma. Desaparecen cuando se despega el washi tape. Vaya, como ocurrirá con la escalera: por erosión. Pero he resuelto escribir este post porque sé que muchos de los que os pasáis por aquí tenéis una capacidad EXTRAORDINARIA para darle una vuelta a la casa. Y como se nos ocurrió esta iniciación a Montessori, qué mejor que empezar por crear un ambiente preparado para nuestros niños, que les permita desarrollarse de forma autónoma y sin la asistencia constante de un adulto.

ambiente preparado montessori

Siendo Montessori un método en esencia respetuoso con el niño, lo primero para crear un ambiente preparado es ponerse en su lugar. De ahí que una de las recomendaciones para mi gusto más bonitas, es que a la hora de preparar el ambiente de los niños, nos pongamos a su altura. Sí, literalmente. Nos agachamos y miramos para ver el mundo con sus ojos y poder entender mejor sus necesidades.

{Montessoring Nº 2} Introducing Montessori

método montessori

Una de esas tardes en las que Mar y yo compartimos vivencias vivo un déjà vu. ¿Os acordáis de cuando me “animó” a elaborar una lista de 30 libros infantiles? Pues esa tarde, en el parque, con el oído y el ojo que me quedan libres, escucho que me dice algo así como: “las diez razones -o las que sean- por las que elegiste el método Montessori para tus hijas”. Yo, que ya tenía un post rondándome por la cabeza, empiezo a balbucear razones por las que no hacerlo. Pero mi instinto a psicoanalizarme me da la respuesta a por qué me encuentro reacia a escribir mis razones, que va más allá de la pereza, que también existe, por tener que empezar con otra idea: No quiero hacer proselitismo. Buffff. Yo soy abanderada del vive y deja vivir. Pero entiendo que Mar, lista como un rayo, me inste a crear la génesis del tema para tener un punto de partida. Y me termino convenciendo al pensar que el conocimiento es la gran herramienta para cambiar el mundo. Cuanto más sepamos de otros modelos educativos, más podremos ponerlos en práctica nosotros mismos si nos gustan y más podremos exigir cambios en el sistema educativo para el beneficio de nuestros niños. Ya hay “rincones Montessori” en muchas aulas de colegios y por algo será. Así que, permitidme este post en el que cuento un poco cómo se trabaja en un aula Montessori y que refleja los motivos por los que a mi me convenció.

Tengo que re-avisar de que mi aproximación al método no es el de una experta, ni mucho menos, sino el de una madre satisfecha con la experiencia. Y lo que veo y he aprendido es lo que os puedo contar. Una experiencia real. Nosotros no hacemos Montessori en casa, pero sí intentamos educar teniendo en mente sus principios. A veces, incluso reúno el valor necesario (porque es sólo apto para valientes y yo soy un poco floja) para tratar de educar en las grandes virtudes de las que hablaba la escritora Natalia Ginzburg en su maravilloso ensayo “Las Pequeñas Virtudes”: “Por lo que respecta a la educación de los hijos, creo que no hay que enseñarles las pequeñas virtudes, sino las grandes. No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia hacia el dinero; no la prudencia, sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia, sino la franqueza y el amor por la verdad; no la diplomacia, sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo del éxito, sino el deseo de ser y de saber”. ¿Cómo os quedáis?

{Montessoring nº 1} Hoy Floristas

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Como padres del siglo XXI, creo que tenemos un deber que a la vez es una necesidad: intentar estimular el desarrollo y la creatividad de nuestros hijos todo lo que podamos para que tengan la capacidad de adaptarse, de aprender y de innovar. María Montessori fue una educadora italiana que desarrolló un método para liberar el potencial de cada niño y ayudarle a conseguir un desarrollo integral. Y es que si un método se basa en el respeto hacia los niños y su capacidad para aprender, sin duda quiero conocerlo a fondo.  Mi amiga Marta conoce bien el método Montessori y ha elegido un colegio con este modelo educativo para sus hijas, y muchas tardes, cuando quedamos, hacemos actividades basadas en esta filosofía educativa para que los niños pasen un buen rato y aprendan cosas diferentes mientras nosotros nos sorprendemos al ver que son capaces de mucho más de lo que creemos.

Me parecía muy interesante contaros un poco cómo son esas tardes basadas en el método Montessori y que ella nos contase a todos más sobre la filosofía que encierra esta metodología y por eso hoy arrancamos nueva sección con Marta como colaboradora. Por eso hoy, y sin pretender ser puristas del método, ya que lo único que pretendemos es presentar alternativas para pasar tiempo en familia de forma diferente y aprender un poco más sobre las ideas de este modelo educativo, arranca en el blog Montessoring, ¡esperamos que os guste la idea tanto como a nosotras y que os animéis a poner en práctica estas actividades con vuestros niños!

Y hasta aquí mi parrafada habitual, ahora os dejo con Marta…

Algún día dejaré de estar por aquí. Os sitúo en escena. Mar, con toda esa energía desbordante y la que suscribe, ensimismada en su vida contemplativa. Mar, con su capacidad para hacer cuatro cosas a la vez y yo para desmembrar una idea en cuatro fases. El jueves pasado llegó Mar a casa dispuesta a dar de merendar a los niños, hacer las fotos para el post de hoy, tener nuestra sesión particular de MM & Talk y hacer la obra de teatro con los niños que le había propuesto. En mi caso, yo estaba dispuesta a crear el decorado de la obra, period. Y luego en tres quedadas más, tener listo el atrezzo, ensayar y ensayar y finalmente en el cuarto día hacer la representación. Uhmmmm. Pero los polos se atraen: yo admiro tremendamente su capacidad de idear y lo más difícil, de poner en práctica esas ideas y Mar me tiene como esa amiga dedicada a reflexionar cual monja laica de clausura que parece bastante feliz. Y así nos queremos. Supongo entonces que nos seguiremos viendo por aquí.

montessori - flores

Por eso me deja hacer cuando le propongo la idea para hoy. Sin artificios ni florituras.

Un arreglo de flores que nada tiene que ver con los de Boutemy, sino más bien con los de nuestras abuelas en sus pequeños jarroncitos recolectados a lo largo de los años.

Soy madre entusiasta del método Montessori y esto da para mucho más, lo sé, pero lo dejamos para otros días. Gracias a Mar he aprendido que los blogs también se leen en diagonal y no hay que divagar en exceso. Yo hasta hace poco sólo leía uno llamado Sonambulistas y miraba hasta las comas. Ahora que leo alguno más comprendo que hay que intentar que tu blog sea como las noticias internacionales y no las páginas de sucesos de El País. A mí no me sale, ya veis.

30 Libros Infantiles para leer una y otra vez

libros infantiles

Vuelve Marta. Nos contaba en su primera colaboración cómo ella y su familia son unos apasionados de los libros y hoy vuelve con sus libros preferidos, tal y como le pedí 😀

«Una selección de treinta libros infantiles», me comenta una tarde Mar mientras los niños juegan. Nuestras transacciones son así, con ruido de fondo y pegamento, tijeras, pegatinas y cartulinas. Y mi mente inmediatamente se teletransporta atravesando todos los materiales plásticos a la biblioteca de Alejandría de las niñas. Qué difícil, cuántos nos gustan y cuántos nos faltan. Pero de la imperfección surge nuestra lista perfecta. Perfecta simplemente por la cantidad de momentos felices que nos ha dado.

1. Abezoo. Siempre lo recomiendo. Poesías, rimas, historias. Y es el “special treat” perfecto para cuando nos piden que les leamos otro cuento más. Son poesías tan cortitas. Aunque os confieso que nunca he conseguido leer una sola.

2. All the World. Porque siempre hay una excepción, os diré que este libro no forma aún parte de nuestra biblioteca, pero viene para incorporarse en las navidades y quería compartir este último descubrimiento (gracias al cole de mi hija) que me parece maravilloso. Y tenemos el cuento musicado en este enlace. Ahora sé que lo queréis tanto como yo.

En los museos sí se juega

 

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Vuelve mi amiga Marta como invitada a Sonambulistas para contaros cómo sus niñas se han criado paseando por museos, una de las grandes pasiones de sus padres: y de paso os cuenta un plan que hicimos juntas no hace mucho: museo + actividad en casa, un plan perfecto para estas tardes otoño-invernales, ¡os dejo con ella! 😀

Museos. Nuestra primera hija nació con la llegada del invierno, en aquel tiempo en que los restaurantes y las cafeterías eran espacios humeantes donde entrabas oliendo a Nenuco y salías oliendo a chimenea y lo que es peor, con la imagen en tu cerebro de tu bebé fumándose un cartón de Marlboro. A mis hijas, por muy fumadora pasiva que hubiera sido sido su madre, les tocó caer en una familia donde no se les dio la oportunidad ni de fumarse un piti, lo que, por otra parte (siempre mirando en positivo, ¿no?) nos permitió seguir disfrutando de algunos de nuestros lugares favoritos: los museos, ahora sí. Y así fue como Emma se crió en el Museo del Prado a lo Tony Leblanc. No nació allí, no, pero allí se echó sus minisiestas (siempre fueron mini), allí fue amamantada, jugó, garabateó y dio sus primeros pasos ante la atenta mirada de la familia de Carlos IV.

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Lydia, por otra parte, aunque nació a finales de año también (otra pequeña, menos mal que hace poco leí acerca de la longevidad de los niños del hemisferio norte nacidos en el último trimestre del año en Parentology, de Dalton Conley) ya no sufrió de los ataques museísticos de sus padres: la batalla antitabaco cobraba fuerza a nivel nacional y no sólo familiar y entrábamos en una etapa de prohibición fabulosa (¿estas palabras pueden ir juntas?!?) por lo que ya no se crió en los museos, lo que no sé si es mejor, dado que la pobre se podía pasar la tarde de un sábado de invierno en la Fundación Juan March y la mañana del domingo siguiente en Disney on Ice. Y claro, me preocupa que le hayamos creado un trastorno bipolar, que estas cosas quedan muy marcadas en la infancia: Aún recuerdo sus ojos hipnotizados (qué digo, todo su cuerpo) al ritmo de “Hakuna Matata” con apenas tres meses. Ya os diré si esto me va a costar terapia.

2 Libros Infantiles Imprescindibles: Oh! y Abezoo

libros infantiles

Hoy tenemos la suerte de comenzar con nueva colaboradora en el blog: Marta y yo nos conocimos porque nuestras hijas de 5 años son íntimas amigas. Con ella paso muchas de las tardes de Madrid bien acompañada mientras los niños juegan. Marta confiesa que ella es algo así como de la «prehistoria» tecnológica. No tiene ni redes sociales, pero ya la he liado para que una vez al mes pase por aquí para contarnos cómo vive ella su día a día con Emma y Lydia. Hoy comenzamos con un post sobre libros, porque como ella os cuenta, en su casa les gustan mucho, pero que mucho, los libros…

¡Mil gracias Marta!

Nos gustan los libros. Así, en primera persona del plural, que la identidad –desde que soy madre- la tengo floja. Y a Michiko –que también le incluyo en el pack- nada le puede gustar más. Quizá el periódico… o el móvil, que ahí también puede leer sus cosas y le da más juego. Bueno, el caso es que antes de la era tecnológica -sí, la vivimos, somos así de viejos-, lo que más le gustaba, seguro, eran los libros.

Yo adquirí esa fea costumbre cada vez que compraba uno o dos o tres o cuatro, nunca vienen solos –es un comprador compulsivo, sí, pero nos salva que compra cultura- de versionar a Manolito, el de Mafalda y espetarle: ¿Un libro? ¿Te crees que no sé que ya tienes uno?